La Catedral Metropolitana de Buenos Aires: historia, secretos y curiosidades

La Catedral Metropolitana de Buenos Aires es uno de los monumentos más emblemáticos e históricamente significativos de Argentina, una estructura que encarna cuatro siglos y medio de transformaciones arquitectónicas, conflictos políticos, y misterios que han intrigado a historiadores y visitantes. Ubicada frente a la Plaza de Mayo en el barrio de San Nicolás, en la intersección de la avenida Rivadavia y la calle San Martín, esta catedral no es simplemente un templo religioso, sino un espejo de la identidad nacional argentina y un custodio de secretos arquitectónicos que desafían las expectativas convencionales de lo que debería parecer una catedral católica.

Orígenes y Construcción: Un Viaje de Reconstrucciones Continuas

Cuando Juan de Garay fundó la ciudad de la Trinidad el 11 de junio de 1580, designó específicamente el cuarto de manzana que hoy ocupa la Catedral como sede de la iglesia mayor. El acta de fundación establece que “la iglesia de la cual pongo por advocación de la Santísima Trinidad, la cual sea y ha de ser iglesia mayor parroquial”. Sin embargo, la construcción no fue instantánea: pasaron cuatro años antes de que los vecinos iniciaran los trabajos. La primera estructura, completada en 1587, fue demolida apenas cuatro años después en 1591 cuando su techo se derrumbó.​

Lo que siguió fue un ciclo cíclico de construcciones y reconstrucciones que se extendería durante más de tres siglos. En 1593 se erigió una modesta capilla de adobe y madera, que fue nuevamente demolida en 1605 por el gobernador Hernandarias por considerarla “vieja e indecente”. La segunda catedral, completada en 1671, consistía en tres naves, un techo de madera y una torre, pero los materiales de baja calidad la condenaban al deterioro rápido.​

En la madrugada del 23 de mayo de 1752, la nave de la catedral se derrumbó casi en su totalidad. Solo la fachada y las torres permanecieron en pie. Esta catástrofe, sin embargo, marcó el comienzo de lo que sería la estructura definitiva. El arquitecto italiano Antonio Masella fue puesto a cargo del proyecto en 1753, iniciando la construcción que finalmente tomaría cien años para completarse.​

La Estructura Definitiva: Un Templo Griego Disfrazado de Catedral

Lo que hace verdaderamente única a la Catedral Metropolitana es su perfil arquitectónico revolucionario para un templo católico. En lugar del tradicional diseño de catedral con torres y transepto elaborado, la fachada presenta un pórtico neoclásico de influencia griega, completamente alejado de las convenciones del catolicismo arquitectónico. Esta decisión audaz fue resultado de una larga evolución: cuando el arquitecto Manuel Álvarez de Rocha reconstruyó la cúpula después de 1770, y posteriormente cuando la fachada fue demolida en 1778 por ser desproporcionada, surgió la oportunidad de reimaginar completamente el exterior.​

Los arquitectos franceses Próspero Catelin y Pierre Benoit, entre 1826 y 1852, diseñaron la fachada neoclásica que reemplazó completamente el concepto anterior. El resultado es una estructura que parece más inspirada en el Palacio Borbón de París que en las catedrales europeas tradicionales. Las doce columnas corintias representan a los doce apóstoles, mientras que el pórtico se alza como un templo antiguo.​

En su interior, la catedral despliega una complejidad arquitectónica extraordinaria: posee cinco naves con capillas laterales, la nave central cubierta por una bóveda de cañón corrido, y un crucero bajo una imponente cúpula de 41 metros de altura. Este espacio interno, aunque majestuoso, representa un eclecticismo estilístico: la estructura interior del siglo XVIII contrasta deliberadamente con la fachada neoclásica del siglo XIX, creando una yuxtaposición temporal que refleja su azarosa construcción.​

El Misterio del Frontispicio: Un Código Nacional Oculto

El bajorrelieve del frontispicio de la catedral, completado en 1863 por el escultor francés Joseph Dubourdieu, encierra uno de los misterios más fascinantes de la arquitectura argentina. La obra representa el encuentro bíblico entre el patriarca Jacob y su hijo José en Egipto, pero esta selección no fue arbitraria: es una alegoría deliberada de la reunión de Argentina después de la batalla de Pavón en 1861.​

Las dos figuras centrales, Jacob y José, están colocadas en la posición del abrazo, flanqueadas por tres pirámides que evocan Egipto. Sin embargo, para quienes dominen las narrativas esotéricas, estas tres pirámides dispuestas en tríada también pueden interpretarse como símbolos de la influencia masónica en la obra reconciliadora nacional. Las túnicas de ambas figuras se reúnen entre ellas, creando un efecto de “veladura u ocultamiento” que algunos han especulado que representa acuerdos secretos entre los hermanos logiados que hicieron posible el pacto de unión nacional.​

Dubourdieu había realizado previamente una estatua para la Pirámide de Mayo en 1856, supuestamente representando a la “Libertad”, pero que ocultaba una trampa alegórica: sus atributos corresponden en realidad a Bellona, la diosa romana de la guerra. Este juego de mitología clásica disimulada bajo figuras cívicas permea la iconografía de la catedral, sugiriendo un nivel de complejidad simbólica que probablemente los visitantes casuales nunca descifren.​

El Mausoleo de San Martín: El Secreto de la Inclinación

Ningún aspecto de la Catedral Metropolitana ha generado más especulación, leyenda y debate histórico que la posición inclinada del féretro del General José de San Martín, el Libertador de América.​

La historia comienza en 1864, cuando dos diputados presentaron un proyecto de ley para repatriar los restos embalsamados de San Martín, quien había muerto en el exilio en 1850. Sin embargo, la Iglesia católica se opuso tenazmente, invocando los cánones apostólicos romanos. Esta resistencia eclesiástica tenía una raíz profunda: San Martín era masón, y la Iglesia había mantenido durante años conflictos irreconciliables con la masonería desde la expulsión de los jesuitas del Río de la Plata en 1767.​​

El compromiso llegó en 1877, cuando el presidente Nicolás Avellaneda resolvió el impasse de una manera pragmática: la comisión de repatriación ofreció un presupuesto adicional significativo para realizar trabajos de restauración en la Catedral. La Iglesia aceptó, y finalmente el mausoleo fue construido en la Capilla Nuestra Señora de la Paz, ubicada en la nave derecha de la catedral.​​

El mausoleo, obra del escultor francés Albert-Ernest Carrier-Belleuse, fue completado en 1880. Está realizado casi en su totalidad de mármol rosado, con una base de mármol rojo de Francia y una lápida de mármol rojo Imperial. Pero aquí surge el misterio: los restos de San Martín están colocados en una posición claramente inclinada, con la cabeza hacia arriba.​​

Las explicaciones sobre esta inclinación varían ampliamente. Una leyenda urbana persistente sostiene que la cabeza fue colocada inclinada “como símbolo de la predestinación al infierno con la que cargan aquellos de condición masón”. Sin embargo, la explicación técnica más plausible es menos romántica: San Martín fue colocado en un triple féretro (uno de plomo, otro de roble, y otro de abeto) para preservar sus restos durante el transporte desde Europa a Argentina. Cuando estos tres ataúdes fueron introducidos en el sarcófago, resultó que eran demasiado grandes para caber correctamente, lo que obligó a inclinar el féretro.​​

En los años noventa, bajo orden del presidente Carlos Menem, se abrió el ataúd para verificar el estado de los restos. Se encontró que el cuerpo seguía en excelente estado de conservación, aunque los pies estaban dañados por la posición vertical en la que había permanecido. Se convocó a expertos para restaurar los pies, y el cuerpo fue devuelto a su posición original.​

Detalles Artísticos: Los Maestros de la Decoración

El interior de la catedral es un testimonio de la maestría artística del siglo XIX e inicios del XX. Los frescos renacentistas que decoran la cúpula, el presbiterio, los brazos del transepto y la nave central fueron realizados por el artista italiano Francesco Paolo Parisi, quien comenzó sus trabajos en 1899. Parisi fue responsable no solo de los frescos, sino también de la ornamentación con mármoles finos en zócalos, utilizando variedades como negro Belga y rojo francés.​

El altar mayor, dorado y de grandes proporciones, es una pieza de madera tallada que se impone como el punto focal central del templo. En el brazo izquierdo se encuentra el “Santo Cristo de Buenos Aires”, una escultura en madera de algarrobo policromada de tamaño natural que representa a Cristo antes de su muerte.​

Posiblemente el elemento más visualmente impactante es el piso de mosaicos venecianos, completado entre 1907 y 1911. Este piso extraordinario cubre casi 3,000 metros cuadrados de la superficie interior. El diseño fue realizado por el arquitecto italiano Carlos Morra, quien trabajó in situ para crear el patrón. Los mosaicos fueron importados de Inglaterra y colocados por la casa Moore. El diseño incorpora motivos religiosos como la pasión flower (mburucuyá en guaraní), que simboliza la Pasión de Cristo.​

Las capillas laterales, conocidas como capillas testeras, ubicadas al final de las naves laterales, fueron realizadas en la segunda mitad del siglo XVIII. La capilla de San Pedro, que no se conservó documentación clara de su autoría, es atribuida al ebanista Juan Antonio Gaspar Hernández por sus detalles característicos. La capilla de Nuestra Señora de los Dolores, encargada en 1787 por la cofradía dedicada a la salvación de almas del purgatorio, fue diseñada por el mismo Hernández con un innovador diseño de ábside y bóveda.​

La Cota Cero: Un Secreto Topográfico

En la entrada de la Catedral Metropolitana, en el piso del atrio, existe una estrella de ocho puntas realizada en cerámicas oscuras que pocas personas reconocen. Esta estrella marca la “Cota Cero”, el punto de referencia topográfico fundamental para toda la ciudad de Buenos Aires.​

Establecida en 1894, esta cota cero se encuentra ubicada 30,479 metros por debajo de la estrella grabada en el perístilo frente a la puerta principal de la Catedral. Fue adoptada como referencia por las Obras Sanitarias de la Nación y la Dirección de Catastro de la Municipalidad de Buenos Aires para determinar la nivelación y escurrimiento de aguas en una ciudad notoriamente plana. Equivalente al monolito del Kilómetro Cero ubicado en la Plaza del Congreso, esta referencia cero de la Catedral ha sido fundamental para la ingeniería urbana de Buenos Aires durante más de 130 años.​

De Sede Primada a Museo del Papa Francisco

La Catedral Metropolitana tuvo durante 388 años el estatus de Sede Primada de Argentina, el honor de ser la primera diócesis de la república. Sin embargo, el 22 de julio de 2024, el Papa Francisco tomó una decisión histórica: trasladó el título de Sede Primada a la Catedral de Santiago del Estero, reconociendo que esta última fue la primera diócesis creada en 1570, precediendo a Buenos Aires que fue creada en 1620.​

La bula pontificia fue ejecutada formalmente el 7 de septiembre de 2024 en Santiago del Estero, marcando el fin de una era para Buenos Aires. Sin embargo, la Catedral Metropolitana mantiene su importancia histórica fundamental, especialmente dado que Jorge Bergoglio, quien sería elevado al papado como Francisco en 2013, fue Arzobispo de Buenos Aires de 1998 a 2013.​

En respuesta a este legado, la Catedral funciona ahora como museo de honor al Papa Francisco. El museo contiene dos secciones: una dedicada a Francisco como papa, con medallas conmemorativas enviadas desde el Vaticano, rosarios de su pontificado, y un solideo que utilizó durante su misión pastoral; y otra sección con objetos de su tiempo como Arzobispo de Buenos Aires. El museo es accesible libremente a los visitantes que recorren la catedral, con entrada módica y visitas guiadas que comienzan a partir de las 9:30 de la mañana.​

Designación como Monumento Histórico y Legado Patrimonial

En 1942, la Catedral Metropolitana fue declarada Monumento Histórico Nacional por decreto número 120.412. Este reconocimiento formalizó lo que ya era evidente: que la catedral constituía una de las obras arquitectónicas más importantes de la época colonial argentina, no solo por su escala y complejidad, sino por su papel inextricablemente vinculado a los eventos políticos más transformadores de la nación.​​

Hoy, la catedral continúa siendo un sitio de peregrinación tanto para creyentes como para estudiosos de la arquitectura. Su perfil neoclásico único la ha convertido en un ícono reconocible de Buenos Aires, mientras que sus secretos —el frontispicio simbólico, el mausoleo inclinado, la cota cero oculta, los frescos renacentistas— continúan revelándose a aquellos dispuestos a buscar más allá de la superficie.

La Catedral Metropolitana de Buenos Aires representa finalmente un monumento no solo a la fe católica, sino a la persistencia, la innovación arquitectónica, y los conflictos ideológicos que definieron la construcción de la nación argentina. Es un templo donde la historia enseña en piedra, mármol y mosaicos venecianos.